Perito en penales
“Expuso en la galería Armaga y deslumbraron sus obras sobre la mina y sobre el ambiente de las prisiones. Ha muerto Ambrosio Ortega, Brosio, el hombre, el minero, el condenado a cadena perpetua, pero vive para siempre el pintor, el creativo, el inventor de esperanzas. Descanse en paz”.
Por GONZALO BLANCO
El pasado 13 de julio murió en el Hospital Río Carrión de Palencia Ambrosio Ortega Alonso, Brosio, el Pintor de los mineros, un hombre leyenda, el español con más años de cárcel –veintitrés, en diferentes penales del país—, cumplidos los noventa años de una existencia que es como una película delirante de fracasos y triunfos, de azares caprichosos y de injusticias flagrantes.
Nacido en Barruelo de Santullán, su familia, como tantas en este pueblo, fue golpeada sin contemplaciones por la guerra civil. Se hizo maquis para ayudar a sus hermanos—uno de ellos ejecutado a garrote vil– y a otros “hombres del Monte”, después de haber trabajado como minero en el pozo El Calero, durante cuatro años…
Durante casi un cuarto de siglo no tuvo más remedio que hacer de las cárceles –Palencia, El Dueso, Teruel y Burgos—una universidad improvisada. Ahí aprendió a pintar haciéndose uno de los mejores acuarelistas del siglo XX español. Aprendió también a ser militante hondo y activo del Partido Comunista y alentó tertulias oscuras, y recados de relación con el exterior, aprendió sobre todo a ser resiliente, a sobrevivir a pesar los golpes tercos y constantes sobre su biografía.
En los ochenta, ya libre de cárceles y habiendo expuesto con éxito en Asturias, Madrid, Barcelona, Segovia, etc. pasó entre amigos y admiradores por León. Expuso en las galerías Sardón y Ármaga sus obras deslumbrando, pasó por la universidad, habitó páginas confortables de los diarios leoneses.
Alberto Schommer hizo un poderoso retrato de Brosio y lo puso entre la gelría de prohombres de España que inmortalizó en un libro casi inencontrable. Y personajes de la talla de Buero Vallejo, Carlos París, los asturianos Nebot y Laso y un nutrido inventario de nombres de la clase intelectual y artística de la transición española fueron a la vez constelación y refugio en su salida a la calle, tras veintitrés años de prisión.
También el azar, en su versión más perversa y cruenta, cuando ya no había casi sitio libre en su salud, le asedió con un triple ataque de encefalopatía que le sumió en un coma prolongado. Una nueva cárcel. También “se fuga” de él, aprende de nuevo a leer y a escribir y persiste en una maltrecha y épica tarea de escribir, pintar, vivir …
Su cuarta o quinta –¿cuál, por fin en realidad?– cárcel, fue con ochenta y muchos años una residencia para mayores en un pueblo palentino a veinte kilómetros de Herrera de Pisueerga, donde había pasado los últimos años bajo los cuidados de su hija Rosana.
Deja en manos de amigos y algunas instituciones una prodigiosa cosecha de acuarelas sobre mina, prisión, campos castellanos, y un manuscrito inédito, voluminoso, donde narra autobiográficamente una vida y la legendria fuga del penal del Dueso que es un verdadero tesoro testimonial y que está en lista de espera ante el mejor postor (léase editor). Ojala aparezca pronto.
Ahora ya sí, liberado de la última y definitiva prisión que es la vida, las cenizas de su cuerpo incinerado volarán como pájaros dulces por el paisaje ancho de la Montaña Palentina donde nació. Y su espíritu entrará con todas las de la ley en el departamento de “líderes” que le tiene asignado la historia reciente que nos ha tocado vivir. Descanse en paz.
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- Ambrosio Ortega, Brosio, en la Wikipedia.