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La galería leonesa Ármaga presenta una exposición de Amancio González Andrés muy especial: “Clásicos de la pintura”, con la que el escultor leonés quiere rendir homenaje a sus referentes pictóricos en general y, en particular, a su maestro, el pintor Alejandro Vargas —uno de los pioneros de la abstracción pictórica española que fructificó en París en los años cincuenta—, artista veterano que acaba de cumplir 91 años y sigue en activo.
Para disfrutar de la exposición cumpliendo con la actual normativa sanitaria para hacer frente a la Covid19, la presentación se prolongará durante dos días con un horario amplio: el viernes 19 de junio por la tarde, de 18:30 a 21 horas, y el sábado 20 de junio por la mañana, de 12:30 a 14:30 horas. La exposición se podrá visitar hasta el 15 de septiembre.
Sobre estas líneas se pude ver un montaje promocional de la exposición, realizado por Rodrigo González, hijo de Amancio, con la colaboración de Amando Casado en fotografía.
Por ELOÍSA OTERO
Desde TAM TAM PRESS
“Cuando me preguntan por mis referentes escultóricos hay un vacío, no sé qué decir. Porque mis referentes están precisamente en la pintura clásica”, advierte Amancio González Andrés (Villahibiera, León, 1965). Y recuerda que a los 17 años, cuando acabó el Bachillerato y entró en la academia de aprendices de Renfe (donde empezó a cobrar un pequeño sueldo), hizo dos cosas: matricularse en el Conservatorio (donde estudió solfeo y violín durante dos años) y apuntarse a la academia de pintura que el pintor Alejandro Vargas había abierto años atrás en León, a su regreso de una fructífera etapa en París.
“Estuve aprendiendo pintura con Vargas durante tres años largos, desde el 82 hasta que me fui a la mili en el 86. Allí practiqué el dibujo y la pintura, copiando obras clásicas… Y también recuerdo muchas tardes de charla con el maestro. Pero lo importante es que Alejandro cogió a aquel tarugo que era yo y le metió dentro la semilla del arte”. Una semilla que, sin duda, ha dado sus frutos en la ya larga, amplia y valiente trayectoria de Amancio, un artista en permanente formación que no renuncia a experimentar con nuevos materiales, para el que cada obra constituye un nuevo reto expresivo. Y un creador cuyo trabajo surge “de una vocación conscientemente autodidacta”, en palabras de José Gómez Isla.
En esta exposición —cinco esculturas en hierro y cuatro dibujos (bordados en tela por Ana Campos sobre los dibujos a lápiz de Amancio)—, el escultor ha querido, de alguna forma, “regresar a esos años de academia y rescatar aquellas sesiones, pero sacando a algunos personajes del cuadro, aislándoles de su contexto pictórico para llevarlos a la escultura y disfrutar de ellos en tres dimensiones. Me he permitido, así, hacer algunas mujeres, algo bastante novedoso en mi obra. Además, el hierro, como material, me permite jugar a sugerir volúmenes… Por ejemplo, con ‘Las tres gracias’ de Rubens, les doy la vuelta, para mirarlas desde el lado que no se ve; es como si pudieras entrar en el cuadro y ver lo que oculta el pintor”.
De esta forma, además, “al afrontar cada obra se produce un diálogo con un gran maestro”, expresa Amancio, quien asegura que él, como artista, no deja nunca “de aprender de los clásicos, que son una fuente inagotable de conocimiento y sabiduría”.
Y ¿cuál es la gran lección que Amancio ha aprendido de Vargas, de su maestro? “Esa es la pregunta eterna”, responde, tomándose unos segundos para pensarlo. “Detrás de un maestro siempre hay una necesidad de transmitir su conocimiento a otras personas, que volverán a ser maestros a su vez. Pero un maestro de arte, a diferencia de un maestro de escuela, trabaja con lo emocional, te hace ver las cosas de una manera distinta. Está demostrado que el conocimiento, por si solo, apenas aporta, que quienes avanzan lo hacen porque son creativos, porque son artistas con una visión diferente. Creo que esa es la gran lección. En ese sentido, mis personajes son experiencias emocionales”.
Reproducimos, bajo estas líneas, el texto que ha escrito el propio Amancio González, para argumentar su exposición:
“CLÁSICOS DE LA PINTURA”
La exposición que presento en la galería Armaga es el resultado del último año de trabajo y en ella podremos ver cinco esculturas en hierro y cuatro dibujos sobre tela bordados a mano por Ana Campos; las nueve piezas tienen como base, pinturas muy populares de artistas sobradamente reconocidos.
Hace 38 años yo llamaba a la puerta de una academia de pintura y en ella estuve durante tres años, la rutina de trabajo habitual consistía en la realización de una copia, en mi caso de pintura clásica que era mi favorita; el ejercicio era muy completo ya que practicaba a la vez el dibujo y la pintura. Partía de cero, sin técnica ni conocimiento alguno aunque contaba con la voluntad firme de intentarlo a pesar del profesor que se empeñaba en corregir una y otra vez mi trabajo sin importarle lo más mínimo mis sentimientos.
De alguna manera la pintura clásica siempre ha estado presente en mi trabajo y sinceramente pienso que en ella se esconden mis principales referentes escultóricos, sus composiciones matemáticas, sus personajes desnudos o casi desbordantes de anatomías sutiles y poderosas, sus narrativas no exentas de dramatismo; en fin creo que a pesar de mis limitados conocimientos, aquellos descubrimientos que iban de la mano de las explicaciones de un profesor que nunca perdió su fe en mí, abrieron mi mente y despejaron de golpe un camino que en aquel momento no veía nada claro.
Hoy, el recuerdo de mis primeros pasos en la academia de pintura volvió a agitarse y vuelven a interesarme las mismas propuestas de entonces, con la diferencia de que hoy puedo mirarlas a la cara, dialogar con los personajes y acercarme a sus autores como nunca me imaginé. He vuelto a cotillear en libros viejos de pintura centrándome únicamente en aquellos cuadros en los que creo que se esconden escenas o personajes que para mí no son otra cosa que realidades escultóricas encubiertas. Realizar sus volúmenes e insinuar sus movimientos, satisfacer mi curiosidad para contemplarlos nuevamente desde otros ángulos, de alguna manera es volver a vivirlos al liberarlos de su único punto de vista y llevarlos allí donde otra mirada pueda ser posible.
“Clásicos de la Pintura” no solamente pretende poner de manifiesto las relaciones, siempre delicadas, entre la Pintura y la Escultura, también es la mejor oportunidad que tengo de que aquel muchacho nervioso de 17 años que un día llamó al timbre de la Academia de Pintura le dé las gracias a la persona que le abrió la puerta, Alejandro Vargas, mi maestro.
:: Pintores y obras referenciados en la exposición
- → Rubens: Las tres Gracias
- → Miguel Ángel: La Creación de Adán
- → Miguel Ángel: El juicio final
- → A. Bronzino: Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo
- → J. A. D. Ingres: Ruggiero liberando a Angélica
- → J. A. D. Ingres: Espalda de una mujer
- → Jacques Louis David: Patroclo
- → Lucas Cranach: Venus y Cupido
- → Caravaggio: San Juan Bautista