La exposición colectiva “Amecidos por el agua. Diez artistas, un poema y el agua en el Camino” se inaugurará en el Palacio de Don Gutierre (León) el próximo miércoles 22 de junio, a las ocho de la tarde. La muestra, comisariada por Marga Carnero, evoca los ríos que salen al Camino de Santiago por tierras leonesas a través de las obras de Amancio, Escanciano, Tranche, Castorina, Amando Casado, Palmero, Mourelo, Pérez Rivera, Mestre y Vega, a las que se une un poema de Juan Carlos Pajares que reproducimos.
“Amecidos por el agua. Diez artistas leoneses y un poema” es un evocador recorrido que se inspira en los ríos que salen al Camino de Santiago por tierras leonesas y que son referencia, evocación o memoria en cada uno de los artistas que participan en la exposición.
Cada uno de los diez artistas que participa en esta exposición —al igual que los ríos tienen su propio paisaje-madre, su curso y discurso— son conocedores de que las piedras que han de rodar no son las mismas, ni tampoco el agua que las arrastra, pero también son conscientes de la vulnerabilidad de quien transita, del caminante, de quien observa, y por ello, son sabedores de la confluencia de culturas que avala el Camino.
En la exposición se podrán ver obras de escultores, pintores, fotógrafos y creadores como Amancio González (río Esla), Miguel Escanciano (Torío), Esteban Tranche (Bernesga), Amando Casado (Órbigo), Castorina (Tuerto), Jesús Palmero (Jerga), Vázquez Mourelo (Sil), Begoña Pérez Rivera (Cúa), Juan Carlos Mestre (Burbia) y José Ramón Vega (Valcarce). Todos ellos, junto con el poeta Juan Carlos Pajares (Porma) y la comisaria de la exposición Margarita Carnero (río Cea), hacen referencia al agua desde una visión personal, única e intransferible, identificable tan sólo por las formas de expresión que les son propias pero unidos solamente por una alegoría común, mezclados o, amecidos por el agua.
Como explica la comisaria de la muestra en el proyecto que ha dado pie a esta exposición, “Amecidos por el agua es un relato plástico y poético dirigido con precisión a las gentes que encuentran en el sendero de las estrellas un remanso para la inspiración, la evocación y la serenidad en un tránsito individual o colectivo; esas gentes que sacian su sed, observan el discurrir del agua y escuchan su murmullo haciendo un alto en el Camino. (…) Atrás quedó el origen, la fuente, los valles, los puentes cruzados… y ahora, el encuentro, la unificación, la ampliación de horizonte, el discurrir del gran caudal”.
: : Un poema de Juan Carlos Pajares
EN LOS CAUCES MÁS HUMILDES SE ORILLA EL COSMOS
Brotan sendas junto a las corrientes y el aire discurre por la misma herida como si una sola voz zurciera los caminos.
Hasta los cauces más umbríos se llegan las constelaciones.
En sus orillas se mecen panes sagrados, zarzas colonizan el abandono, palpitan extensos páramos de cemento, lechos infinitos de ortigas, fríos artefactos y crepitan libélulas al pairo de los vientos, sortean la maraña de maleza, se perfuman de líquenes, bailan con los fresnos, mueren en los soportales.
¿Acaso no véis el fragor de la infancia suicidándose entre las salgueras, el sol esquivando las hojas, el jugo agraz del vientre de las jóvenes, el sonoro chapoteo del vadeo de las caballerías, la piel quemada, los sueños que ya no recordamos, los reflejos balbuceantes de los guijarros, la marea entrecortada de las praderas, los ojos para siempre abiertos de los ajusticiados bajo las torrenteras?
Funambulistas titubeantes sobre los hilos de plata de las tejedoras y esa angustia estelar de lo que se disgrega y muta.
A los cauces más oscuros se vinieron las altas candelas de la noche.