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Asunción Robles: AMOR AL ARTE

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Asunción Robes. © Fotografía: Ana M. Díez / El Día de León.

[Reproducimos un perfil de Asunción Robles, publicado en la última página del semanario El Día de León el pasado domingo 3 de julio, con texto de Eloísa Otero y preciosa fotografía de Ana M. Díez:]

ASUNCIÓN ROBLES / AMOR AL ARTE

Por ELOÍSA OTERO

Galerista vocacional, comprometida con sus artistas y discreta como buena marchante, Asunción Robles es una mujer viajera y cosmopolita, enamorada de su oficio, que durante casi 40 años ha intentado acercar a León el mundo del arte contemporáneo y fomentar el coleccionismo entre clientes que se han convertido en amigos.

El editor Gonzalo Blanco la definió hace años como “la Juana Mordó leonesa” antes de añadir: “Asun ha hecho más por la educación estética de su ciudad que todos los concejales de Cultura de la transición leonesa juntos”. Cuánta razón. Solo hay que ver la trastienda de la galería Ármaga con las obras que conforman su fondo (Amancio, Llamas Gil, Mestre, Zurdo, Viola, José de León, Teresa Gancedo, La Chunga, Jular, Tadanori…), apuestas distintas en las que se entrecruzan valores emergentes, evoluciones sugestivas y firmas consagradas, macerando como el buen vino.

Nacida en León, donde sus padres regentaban un negocio de ultramarinos, Asunción atribuye su amor por el arte a su madre, Eutiquia, fallecida hace unos meses con 101 años cumplidos. “A mi madre le encantaba la pintura, y cuando acababa de trabajar solía llevarnos a todos los hermanos a ver exposiciones. En casa todos dibujaban de maravilla, menos yo”, recuerda. Fue así como se apuntó a las clases de Alejandro Vargas. “Con él estuve diez años, y me enseñó técnicas, a mezclar colores, a hacer veladuras… pero sobre todo aprendí a saber cuándo estaba bien o mal un cuadro, y descubrí que pintar no era lo mío”.

La galería Maese Nicolás le marcó definitivamente en los años 70. “En esta ciudad hay mucho que agradecerle a Jaime Quindós, el hecho de que fuera un hombre tan avanzado, y que trajera aquí a todos los artistas de vanguardia de aquella época. No me perdía una exposición”. En esos años decidió montar una galería de arte, con una amiga. Así abrió sus puertas la sala Sardón, en 1979. “Fue difícil, éramos unas locas, unas aventureras, y muchos pensaron que no duraríamos ni medio año”. Previamente habían pasado una temporada en Madrid, para aprender un oficio en el que ya despuntaban mujeres singulares. “Estuvimos trabajando en la galería de Ramón Durán, que dirigía entonces Amparo Martí, un lujazo”, recuerda.

Aquella apuesta común duró 18 años y por Sardón desfilaron grandes artistas, conocidos y desconocidos, como Brosio, el pintor de los mineros, con sus extraordinarias acuarelas. Además, su amistad con el marchante y editor Fernando Fernán Gómez (hijo del gran actor) le facilitó traer a León a artistas “con una línea diferente, con encanto, muy especiales”.

En 1998 esta mujer emprendedora se lanzó a una nueva aventura, esta vez con su sobrina Margarita, y abrió la galería Ármaga con ilusión y ganas de apostar por nuevos estilos y talentos, por artistas leoneses emergentes y veteranos, pero también por grandes firmas contemporáneas.

Ahora que se ha jubilado, dice: “Tengo la suerte de que Marga me permite seguir viniendo por la galería, y opinar y decir lo que considero oportuno. Le he dejado el testigo, pero tengo la sensación de que ejerzo de madre abadesa”. Lo dice con humor, antes de saludar con cariño al radiólogo Armando Álvarez, que se asoma por la puerta de la galería para ver la sorprendente exposición del artista Pablo Armesto que cierra esta temporada. “Mira, Armando fue mi primer cliente hace 40 años, y sigue siendo un amigo y un coleccionista”, comenta.

Asun, que se declara fan de Bruce Springsteen (“le pongo por las mañanas y me carga las pilas”), también dedica ahora parte de su tiempo a colaborar con la asociación Priorato de Escalada, organizando actividades y un concurso de pintura al aire libre para revitalizar San Miguel de Escalada, el pueblo de su madre. Y tiene pendiente hacer el Camino de Santiago, o por lo menos intentarlo. “Lo único que he hecho en mi vida es trabajar. Eso sí, he sido feliz, he hecho lo que me gustaba, y no me ha costado un mal pensamiento. Me siento satisfecha”, apunta con una gran sonrisa.

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