El artista asturiano reinventa la sociedad de consumo en su muestra ‘Ahuacamulli’.
Por MARCELINO CUEVAS
Publicado en Diario de León (18/05/2014)
Edgar Plans nos trajo en su momento su personal versión del mundo del jazz. Antes nos había invitado a penetrar en el terreno subterráneo de los grafitis y los grafiteros. Ahora, buscando nuevos caminos, el artista asturiano convierte su pintura en una alegoría del sabroso universo de la mejor gastronomía, desde la comida basura a los menús de los grandes restaurantes, del guacamole al danone. El espléndido catálogo de la exposición cuenta incluso con una larga referencia al restaurante leonés Cocinandos, al estrellado hogar culinario de los leoneses Yolanda y Juanjo.
La exposición resulta graciosa, divertida y muy sugerente. Sin duda los visitantes pensarán enseguida en las creaciones de Mariscal al ver los muñecos de Plans, pero no se lo digan porque no le parece demasiado bien. Dice el pintor que su pintura «no tiene nada que ver con la de Mariscal, es un planteamiento personal que ya está creando escuela y muy pronto oíremos hablar de gente que pinta con el estilo de Edgar Plans». Claro que hay muchas más influencias pero, como asegura el artista, todas ellas están pasadas y repasadas por el tamiz mágico de la personalidad del artista.
Entre el cartel colorista, el grafiti y el apunte casual, los cuadros de este singular artista asturiano tienen la virtud de hacernos pasar unos momentos divertidos. No es fácil encontrarse en estos tiempos con una exposición tan divertida, tan a contracorriente, tan colorista, como la que el asturiano Edgar Plans presenta estos días en la galería de arte Ármaga.
Joven y valiente, Plans ha conseguido situar sus obras en las principales ferias de arte de la actualidad, Arco incluido. «Me gusta mucho —dice— jugar con los colores y la ironía. Pretendo hacer una crítica constructiva desde mis lienzos, sin preocuparme si son ácidos o duros. Siempre les quedará la vertiente de ser divertidos. En el mundo del arte es muy difícil inventar cosas, hago un tipo de seres que pueden parecerse a los de muchos creadores actuales. Pero al final siempre tienen algo más personal de lo que puede transmitir una mirada apresurada. Mirándolos con calma te das cuenta de su originalidad, de que son exclusivamente míos, aunque no hay duda de que en este mundo global todos estamos influidos por todos».
Edgar Plans pinta por diversión, pero también porque éste es el mejor vehículo para sus reivindicaciones. «Yo no pinto una temática concreta, para mí cada cuadro es un mundo aislado, hay críticas muy diferentes en mis pinturas. En ellas proliferan los animales y los personajes que me invento, producidos directamente por la contaminación, son mutaciones producidas por los peligros de la sociedad que nos ha tocado vivir, como el perro-gato, el ratón mohoso… luego hago unos paisajes urbanos un tanto sucios, con pintadas de niños que aluden a la contaminación, al tráfico o al ruido».
La obra de Edgar Plans puede parecer el trabajo de un chiquillo inteligente que se niega a crecer. Sostiene que siempre le ha gustado «hacer ilustración para cuentos infantiles, me encanta la espontaneidad que tienen los niños, su imaginación desbordante; yo creo que es una deliciosa manera de ver el mundo real de una forma distinta. Aunque la realidad sea dura y ácida, hay que conservar el optimismo y aportar mucho color y formas divertidas para que lo peor sea más agradable de ver».
Plans nació en la capital de España, pero desde los siete años vive en la ciudad asturiana de Gijón, el lugar donde tiene su estudio. Comenzó a tomarse en serio el arte en torno al año 2004, cuando le otorgaron una beca que le permitió hacer un proyecto importante. Ganó el Premio Europeo de Pintura Joven y este hecho le abrió las puertas para exponer en Miami, Lisboa, Bogotá, en Arco o en la feria Arte Madrid.