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EDGAR PLANS y sus invasores

Edgar Plans. © Fotografía de M. Cuevas.

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Crónicas Marcianas (2012)

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Y, de paso, recordamos con este texto una de las últimas exposiciones del artista en la Galería Ármaga:

Edgar Plans presenta en Ármaga su Music Hall

Por MARCELINO CUEVAS en su blog Crónicas bipolares (24 de mayo 2011)
La pintura de Edgar Plans nos remite al intelectual mundo del jazz. Este joven pintor asturiano ha querido que a través de sus cuadros se conozcan un poco mejor lugares míticos del jazz, como el Cotton Club, sellos discográficos emblemáticos, como Blue Note, músicos como Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Charlie Parker o Miles Davis, y cantantes maravillosas como Billie Holiday. También muestra Edgar Plans en su original iconografía distintos homenajes a los instrumentos empleados por los jazzman más destacados.

A pesar de lo serio de su contenido, la exposición resulta graciosa, divertida. Sin duda los visitantes pensarán enseguida en las creaciones de Mariscal al ver los muñecos de Plans, pero no se lo digan porque no le parece demasiado bien. Dice el pintor que su pintura “No tiene nada que ver con la de Mariscal, en un planteamiento personal que ya estás creando escuela y muy pronto oiremos hablar de gente que pinta con el estilo de Edgar Plans”.

No se le puede negar al artista asturiano un profundo conocimiento del mundo del jazz. Tampoco el realizar una pintura potente, de pincelas vertiginosas y de intenso colorido. También hay que apuntar en su haber su personal síntesis de los instrumentos y los personajes de un mundo que retrata con singular imaginación. Para que se hagan una idea de cómo son sus pinturas digamos que se encuentran entre la visión animada de un Disney un tanto gamberro, y, como decíamos antes, el Cobi y otros personajes divertidamente famosos de Javier Mariscal.

J.C. Gea dice sobre esta interpretación pictórica del jazz: “Edgar Plans lleva exponiéndose al jazz el tiempo suficiente como para haber contraído este tipo particular de mitogenia; y eso explica por sí solo el motivo por el que él mismo se ha puesto a crear su particular panteón pintado de iconos jazzísticos. En realidad, habría que hablar de una intoxicación mutua, puesto que la pintura de Edgar posee su particular virulencia, una toxicidad que le es propia. En realidad podría decirse que su forma de hacer está más cerca de la cultura del pop que de la del jazz”.

Entre el cartel colorista, el grafiti, y el apunte casual, los cuadros de este singular artista asturiano tienen la virtud de hacernos pasar unos momentos divertidos, ayudándonos, además, a introducirnos en el prolijo mundo del jazz clásico.

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