El próximo 17 de julio el pintor Esteban Tranche (Armunia, León 1944) clausura en el Museo de León la exposición “Errantes y otras figuraciones”, la retrospectiva más amplia que ha realizado hasta el momento, con obra inédita desde 1997. Más de medio centenar de cuadros de gran formato que nunca se habían expuesto resumen su trabajo, delimitado por la figuración, y definido por el uso de la línea, el espacio y el color.
En total “Errantes y otras figuraciones” reúne 58 obras realizadas entre 1997 y 2011. Y representan veinticinco años de trabajo que convergen en un espacio con el que se encuentra muy complacido e ilusionado. Ya hace cuatro años que realizó su última individual en la galería Ármaga (Errantes, 2018), y esta retrospectiva en el Museo de León supone para Esteban Tranche, por un lado, la oportunidad de mostrar obra en gran formato que nunca había salido del estudio y, por otro, presentar una selección de trabajos desde el año 1997 hasta la actualidad, con un montaje del que asegura está encantado. “No ha habido ocasión de exponerlos nada más que ahora, y he elegido obra grande que nunca se había visto. Ningún cuadro se había exhibido, salvo uno. Estoy muy satisfecho de cómo se ha llevado a cabo y además estoy muy agradecido a la galerista Marga Carnero que la ha organizado junto al director del museo, Luis Grau. Es una exposición que me ha dado la posibilidad de enseñar obras que de otra manera no hubiera enseñado. Resume mi trabajo de los últimos veinticinco años y me permite ver los cambios que he experimentado”.
La exposición suma un cuarto de siglo de trayectoria del pintor leonés, aunque, como él mismo aclara, es sólo una selección de la numerosa obra que ha realizado durante este último tramo y en la que se refleja la evolución de su pintura. Una evolución coherente que mantiene tres constantes en su representación de la realidad: el espacio, la línea, que desde la década de los ochenta define las siluetas, las figuras que habitan sus cuadros, y el color.
La línea
El uso de la línea tiene su origen, según asegura, en el emplomado de las vidrieras de la catedral, como ya le insinuó hace tiempo la responsable de la galería madrileña AELE, Evelyn Botella. Y es cierto, sus composiciones aparecen ordenadas por la línea, que funciona como contenedor del color, a la vez que expresa movimiento.
Aunque su pintura se sitúa en un territorio fronterizo entre la figuración y cierta abstracción, se considera un pintor figurativo. “No me siento como un pintor abstracto, quizás estoy en un territorio que puede ir hacia un lado o hacia el otro. Soy un pintor figurativo, que no realista. Me gusta insinuar, seducir por las formas, por el color. No me interesa la belleza en sí, o la estética. No quiero hacer cosas bonitas porque sí, no importa la técnica, lo que interesa es encontrar lo que merece la pena representar”.
Los temas a representar los encuentra en la realidad que mira y observa detenidamente, por ello sigue dibujando del natural. “Pinto del natural y gran parte de los bocetos los realizó con témpera sobre papel, que es el procedimiento que más me gusta. Siempre he dicho que hago mis monigotes, mis bocetos mirando. Los hago en un papel, en libretas. Y lo que pasa es que quiero que mi mano sea como un pantógrafo y siga la dirección de mi vista. Yo voy mirando y pretendo que mi mano siga la dirección del ojo según mira. Al cabo de un rato lo miro y voy corrigiendo, adaptando, estirando, quitando unas líneas, poniendo otras, hasta que encuentro una forma con la que me identifico”.
A la hora de llevar sus bocetos al lienzo se inclina sobre todo por el óleo, y menos por el acrílico, “me gusta el óleo por la morosidad de ejecución y el acrílico me queda como cartelón de cine. Incluso cuando veo al natural cuadros en acrílico de pintores que admiro, que en reproducciones quedan fenomenal, siempre me decepciona el terminado”.
Series
De la serie Errantes, que da título a la exposición, se exhiben diez cuadros. Es una serie sobre personajes nómadas: “no son turistas, sino personas que tienen poco equipaje y les gusta caminar y no estar mucho tiempo en un mismo sitio”.
También se pueden ver varias versiones de Canto de la meseta. Una serie que desvela su fascinación por la tierra de campos y sus paisajes. “Cuando viajo con el coche por estas llanuras de nuestra tierra, y el trigo está ya crecido y ves que lo mueve el viento como si fuera un mar, o cuando ya está seco y lo van a segar… todo eso me impresiona. Como cuando ves gente que va caminando en medio de esas paralelas y solo hay esa llanura, esos trigales, esa tierra y el cielo, me digo que es un tema magnífico para pintar. Son seres que están en medio de ese espacio. Y ese tono ocre de los campos, cuando es de noche y oscurece, es lo que trato de representar”.
Unos meses después de los atentados de Atocha en 2004 sintió la necesidad de pintar lo que ocurrió. Ahora ese cuadro forma parte de la exposición, igual que los que se sumergen en la pandemia, representada a través del icono de las mascarillas.
En otras ocasiones elige representar el transcurrir de un día – la mañana, la tarde y la noche- en un tríptico. “Es como contar una historia en viñetas, de hecho ¿sabes que me gustaría? Hacer una exposición en la que no hubiera un espacio entre cuadro y cuadro, que fueran todos seguidos como si fueran los fotogramas de una película”, explica este contemplador voraz, fascinado por Tiziano, Velázquez, y por los artistas británicos David Hockney, Lucian Freud y Graham Sutherland. Artistas que admira pero que no le inspiran: “Yo me siento más influenciado por San Isidoro y por la vidrieras de la catedral de León que por ningún pintor”.
Noticia extraída del artículo de TAM-TAM PRESS
Sobre Esteban Tranche
Esteban Tranche Fernández (Armunia, León, 1944) realizó sus estudios artísticos en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona y en la Academia de Venecia. Desde que finalizó su formación hasta la actualidad, su obra ha tenido una evolución muy coherente. Han sido muchas las influencias recibidas en su largo transcurrir, pero intentar encontrarlas en su pintura supondría una ardua y quizás infructuosa tarea. La suya es una obra tan personal que todo lo que haya aprendido en el camino ha sido tamizado por su peculiar manera de representar las formas y colores.
Inició su andadura profesional en los años sesenta, marcados por el declive del informalismo y la aparición del grupo de creadores agrupados bajo el nombre de Nueva Figuración. Los planos de color que utiliza en sus inicios para crear las composiciones irán dejando paso a la línea, que a partir de la década de los ochenta será la que defina sus siluetas compartiendo protagonismo con el color. A partir de 1987 se interesa además por la escultura, tratando de llevar a ella esos mismos postulados.
El color es, por tanto, uno de los tres pilares sobre los que se asientan sus trabajos, junto a la línea y el espacio. “Sus obras son tan luminosas como el espacio donde se crean y los pigmentos tan frescos y vibrantes como en sus inicios. La composición se configura desde la tradición clásica, ordenada por la línea y la mancha. La línea, como contenedor del color y expresión del movimiento; el color, como línea delimitadora y mancha constante; y el valor expresivo del espacio, como elemento indispensable de la composición, sobre el que gravitan las ahora diluidas figuras en una agitación incesante”.
Puedes ver aquí toda la obra del artista disponible en Ármaga.