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Esteban Tranche… en el silencio

Esteban Tranche Fernández (Armunia, León, 1944) realizó sus estudios artísticos en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona y en la Academia de Venecia. 

Desde que finalizó su formación hasta la actualidad, su obra ha tenido una evolución muy coherente. Han sido muchas las influencias recibidas en su largo transcurrir, pero intentar encontrarlas en su pintura supondría una ardua y quizás infructuosa tarea. La suya es una obra tan personal que todo lo que haya aprendido en el camino ha sido tamizado por su peculiar manera de representar las formas y colores.

Esteban Tranche refleja su lado más intimista en su última exposición. | VICENTE GARCÍA

Texto de Vicente García | 05/11/2022 La Nueva Crónica León

La galería Ármaga presenta la obra de pequeño formato de este autor que ha realizado a lo largo de los últimos años en la intimidad de su hogar

Esteban Tranche es un autor que nos tiene acostumbrados a sus líneas y colores en una profusión de formas que van desde el figurativismo total en el que se inicia hasta la abstracción completa a partir de esas figuras. Tras la exposición de Pallarés en la que recogía obra grande de veintitantos años, aquí es obra pequeñita y de estos últimos años.

Se trata de unos cuadros intimistas que el autor realiza con total tranquilidad mientras descansa del trabajo cotidiano en la envolvente comodidad de su hogar. «Es una obra muy íntima que he hecho en el salón de casa con mucha tranquilidad disfrutando de esas horas en las que ella está leyendo, los pajaritos pían por fuera, yo estoy haciendo monigotes, tratando de hacer varias visiones del salón e interiores domésticos».

El título que nombra la exposición tiene que ver con ese recogimiento íntimo del artista como él mismo indica: «La titulo ‘…en el silencio…Interiores’, porque son ratos donde estamos bastante en silencio, cada uno a lo suyo, dejando atardecer hasta que ya no queda luz. Para mí son horas de mucho disfrutar, porque son muy tranquilas».

La obra que presenta en esta exposición es sencilla, sin grandes ideas ni preparativos, ya que solamente se trata de plasmar aquello que le dicta su mano como él mismo explica: «Los cuadros están hechos sin pretensión, sin darle muchas vueltas a la cabeza. Trato de representar lo que tengo delante y nada más. Mi forma de dibujar es figurativa, podemos ver rostros, pequeños búcaros donde sale una flor, mesas, sillas…».

Las obras de Esteban Tranche están generalmente realizadas sobre papel de pequeño formato porque es lo más asequible en esos momentos y no precisa demasiada preparación como comenta: «Cuando dibujo siempre tengo un block, trato de que mi mano sea como un pantógrafo, que siga a mi vista, si mi vista va recorriendo una figura, un objeto, eso lo hago en el papel y al cabo de un rato que ya hay muchas líneas marcadas, lo miro y veo lo que he hecho porque nunca la mano sigue exactamente la mirada, y a partir de ahí ya, de una manera consciente, quito unas cosas, pongo otras y empiezo a darle color».

El color es esencial en esa obra y va en un momento posterior y es lo que más le hace disfrutar pues para él es una fuente inagotable de placer como reseña: «El color para mí es una fuente de sentimientos, voy al estudio y abro los botes, veo el ocre, quedo fascinado con ese color y pinto muchas cosas de ocre, lo mismo me pasa con el verde, y a veces meto un elemento contrastante, es así como trabajo el color».

En esta exposición los cuadros son sencillos y amables, con un colorido que los embellece y que hace que el autor disfrute tanto a la hora de su creación como en el proceso posterior del coloreado. Sin embargo, en lo que más hincapié hace es en el proceso creativo llevado a cabo en esa atmósfera silenciosa e íntima que le lleva a decir: «En esos ratos estupendos de cinco a ocho que estamos en silencio y puedo trabajar mucho mejor, desde que se va a poner el sol hasta que apenas se ve, son horas para mí de una gran creatividad». A la vista está el resultado en la galería Ármaga.

En cuanto a sus proyectos en marcha, Esteban Tranche habla de la escultura que está haciendo con Amancio que representa la laguna que había al lado de su casa en Armunia, donde había ranas, y el desarrollo la ha convertido en una rotonda, en la rotonda donde se va a colocar esa escultura antes del 15 de diciembre. Esa laguna era donde jugaba de niño, por lo que la escultura va a revivir su infancia.

Encuentro artístico poético en torno a la exposición de Esteban Tranche con motivo de la publicación del libro ”Errantes y otras figuraciones”

En palabras de Valentín Rodríguez Melón

SIGNIFICANDO A ESTEBAN TRANCHE


Conozco a Esteban Tranche desde una infancia común, unidos en la
voracidad incorporativa de la magia figurativa de los comics, (cuando aún
se llamaban de forma entrañablemente “tebeos”). Ya probablemente
digeríamos cosas distintas: él, la imagen y el movimiento; yo, la emoción
de las historias. Se marcaban ya dos vías de desarrollo próximo y diferenciado.
También sé y siento su amistad que rellena días de soledades sin tarea.
Admiro su pintura, de la que he tenido la suerte de poder hacer un
Comentario-Introducción en torno a una de sus exposiciones. Entonces fue
sobre su modo de Creatividad.
Si a todo lo anterior añadimos que no soy en absoluto un crítico de
arte, ni siquiera un experto cualificado para valorar una producción de esa
índole, creo que reúno los suficientes datos para que este mi trabajo sobre
su reciente exposición “Errantes y otras figuraciones” no pueda ser
considerado imparcial, y sí una producción subjetiva. Esto permite a quien
lo lea, rechazar su contenido sin el menor cargo de conciencia.
Soy de León, y como tal, acostumbrado al deslumbramiento de una
luz cromática que nacida desde las vidrieras de la Catedral ha tenido a bien
continuarse en otras producciones artísticas. Y es ese deslumbramiento,
también de la explosión de color, el primer impacto que he recibido de esta
exposición. Podría decir, desde mi goce sensorial, que E.T. “pinta cada día
no solo mejor, sino más bonito”. Pero él sabe, como buen leonés, que el
deslumbramiento sensorial del color no es más que una metáfora de la luz,
de una luz cegadora que ha de transformarse y deconstruirse en colores
para poder ser vista y sentida como impulso irrefrenable al conocimiento.
Aquí el color tiene el doble mensaje de mostrar la luz y esconderla en una
transformación que nos resulte tolerable.
Con esa transformación de la luz en color, juega E.T.; y es esa
conmoción sentida de la intensidad y calidad colorística de sus cuadros,
necesitada de una sujeción de líneas continentes – a veces esbozos de
figuras antropomorfas fragmentadas o distorsionadas – para no deslizarse
hacia un vértigo orgiástico visual y cegador, lo que me ha empujado a
intentar encontrar algún significado para que mi aparato de elaboración
mental pueda digerirlas y asimilarlas.

He necesitado ir a encontrarme con ese E.T. que a sí mismo se
califica como neo-figurativista (¿qué importa la distorsión si en la mente
pueden volver a formarse nuevos conjuntos?), que no está lejos de aquél
Tranche niño lector de comics, para pensar que siempre nos estará
contando algo, narrando historias, describiendo acontecimientos,
sugiriendo pensares o pellizcando emociones. Todo en torno al ser humano
y el ambiente que le rodea. Su pintura es así, pinta lo que ve, que siempre
está algo más allá de donde mira, y nos lo muestra transformado en una
imagen. Cada uno de sus cuadros y en conjunto no son más que vicisitudes
de nuestro caminar cotidiano.
E.T. vive al hombre como un objeto incompleto, en permanente
riesgo de dilución del sí mismo y en movimiento. En permanente
movimiento hacia la búsqueda de otro que le complete o al menos le
amortigüe (serie de los “Errantes” ya sean “rítmicos”, “nocturnos” o
“pardo-oscuros”). Pero él no es pintor de encuentros amorosos bucólicos
(salvo los que se deslizan bajo el título de Dafnis y Cloe sobre fondo verde
o naranja, tal vez lapsus surgidos de una buena experiencia de junturas
gozosas o ensoñaciones de descubrimientos ingenuos pre-puberales). No,
el nos pinta al hombre actual, albergue de sentimientos de carencias,
resentimientos, soledades, pérdidas y rabias, que busca un ensamblaje
simétrico imposible en una unión placentera. La sensación de goce, no es
deseo de amor, sino necesidad de existencia aceptablemente apacible. Lo
que nos muestra son entidades solitarias o parejas en encuentros
descarnados, o paradójicamente “en carne viva”, plenos de movimientos
circulares sobre ellos mismos hasta “dar” con el envoltorio equilibrado,
pero frágil, del nudo masoquista. Eso es lo que él considera belleza: el
logro de una relativa quietud del movimiento. Se han entrelazado los
dolores mutuos. Pero se sabe que esta unión es efímera, y cada
rompimiento deja al desnudo toda la agresividad silenciada bajo el culto del
deseo y la satisfacción. Son sus anti-Dafnis y Cloe, esos cuadros de
errantes que nos enfrenta a una sucesión de encuentros y ensamblajes con
la desnudez de carencias o de sus agresiones.
No se muere la unión con cada pérdida, se reactivan los dolores en
forma pasiva o activa. La parte lacerante e hiriente no cubierta por el otro y
que se blandea ahora al desnudo de forma amenazante. Ahí están las
tragedias de los rompimientos. No hay forma de evitarlos.
Como tampoco se puede evitar la permanente búsqueda del otro. Su
tríptico “a lo largo del día”, nos va mostrando su sucesión trasmutadora;
desde la deconstrucción inicial de un sí-mismo disperso y fragmentado,

hasta su auto-concreción en partes antropomorfas a la búsqueda del
encuentro que le permita reconocerse y ser re-conocido para mitigar esa
necesidad social del otro para sobrevivir.
De dónde surge esa visión de los mundos unas veces externo, otras
interno, que pone ante nuestros ojos. Él da importancia a la insistencia de la
curiosidad de nuestra mirada. Una mirada alejada de lo convencional,
mirada que tiene el secreto de despojar lo conocido, lo aparente, esas
formas a las que hemos colocado el sobrenombre infranqueable de
Clásicas. Hay una cierta semejanza con el mirar penumbroso de Velázquez
para captar matices de colores, pero aquí ET encuentra en su mirada
rompedora de conjuntos organizados para un cuerpo impermeable y puede
llegar a percibir aspectos de un mundo sub-sistente donde están las
emociones, lo catastrófico, lo cambiante, lo irrecuperable, o las primeras
representaciones inconexas y fragmentadas de nuestras sensaciones. Allí
donde aparece el hombre que ante un acontecimiento siente una idea, muy
anterior a la sociedad que usa pensamientos solo descriptivos.
Un buen ejemplo lo encontramos en su magnífico cuadro titulado
MAD, en referencia al atentado en Madrid del 11-M. Tranche ve y cuenta
algo que está más allá del dolor y de la pena, colocándose emocionalmente
en la experiencia de pánico ante la destrucción irreversible. El cuadro tiene
en su parte superior izquierda un pequeño rincón azul que parece no
contaminado del desastre. Tal vez usa aquí la técnica de memorias antiguas
de su caminar veneciano al lado de Saeti para expresar un significado: ¿es
una ventana abierta a la esperanza? ¿es su posición “observadora y no
participante” ante los juegos a sangre del poder?
No puedo evidentemente abarcar el significado de la totalidad de la
obra que nos presenta en esta exposición del Museo de León, ni es mi
intención hacerlo, pero sí una conjetura sobre el pintar figurativo de E.
Tranche. Creo que él mismo nos da una la clave cuando hace referencia en
la insistencia visual como fuente de conocimiento. Él sostiene la vista con
la violencia insolente que fragmenta los conjuntos de formas conocidas.
Sus ojos no están solo para registrar lo que ese mundo le ofrece, él mira
con esa mirada llena de fe en la creencia de que terminará viendo algo más
que la apariencia externa de las cosas. Mira como reza un místico, a la
espera de que le llegue inesperadamente, casi ingenuamente, aspectos de
otros mundos que subsisten a la forma habitual de los objetos, incluyéndose
a sí mismo como tal.
Y en ese mundo se encuentra impactado (como él nos impacta con
sus cuadros) con elementos nuevos aún no cosidos a palabras, imágenes ni

formas, tal vez solo esbozos de ideogramas. Ese choque deslumbrante y
cegador de lo nuevo, de lo inesperado y no expresado, amenazante por su
intensidad y por su incertidumbre, peligroso y atrayente, como una cabeza
de Medusa a la que hay que encontrar una representación para no sufrir de
ceguera de conocimientos ni del éxtasis al que se puede llegar “tragado”
por ese mundo nuevo de emociones al que le ha llevado la luz de la
curiosidad. Tranche nos devuelve la luz cegadora del descubrimiento,
transformada en colores, de un mundo de experiencias de conocimientos,
emocionales o de sensaciones que aún carecen de símbolos. Esas
ecperiencias, solo pueden ser contenidas perfilando líneas que marquen
espacios o detengan el color para no enloquecerse ni enloquecernos.
Pienso que desde esa perspectiva E.T. puede mostrarnos el horror
del vacío interno del hombre actual, tatuado externamente de modas,
slogans, o imitaciones en su cuadro “made in Japan”, auténtica ingeniería
cromática.
O tener que ayudarse de la palabra “fragores” para expresar la
desesperación rabiosa de la frustración de la ausencia de la sonrisa del otro
(secuencia de las mascarillas como consecuencia del confinamiento), o la
terrible soledad de la distancia y la pérdida sin secuelas del objeto ausente,
(secuencia de cuadros que finaliza en “el silencio simplemente”).
En este ejercicio que hace de su pintura, pienso a veces que E.T. no
siempre es consciente de lo que pinta, aunque sí del logro de su idea de
belleza. Confiada su intuición a lo todavía no conocido, deja vagar su
pincel a lo que encuentra su mirada (transgresora de envoltorios
conocidos). Desde esa penumbra – transformada en colores y figuras
fragmentadas como un mobiliario para-simbólico – nos invita a
imaginaciones y sentimientos sobre el hombre y su mundo.
No. Muy a pesar de los colores, la exposición que esta vez nos
muestra E.T. es una exposición triste, de una tristeza que no sigue para su
expresión la vía del estado de ánimo, si no la vía del conocimiento y que
nos deja inquietas sensaciones de incertidumbre o desencantos de cualquier
ensimismamiento.
En todo caso, la pintura de Esteban Tranche, es como siempre, una
invitación al pensamiento emocional. Un lujo para estos tiempos.
V. Rodríguez Melón
Agosto 2022

VISITAR OBRAS DISPONIBLES DE LA EXPOSICIÓN DE ESTEBAN TRANCHE

VISITAR OBRAS DISPONIBLES DE LA EXPOSICIÓN DE ESTEBAN TRANCHE

«Errantes y otras figuraciones», un libro alrededor del artista Esteban Tranche

Texto de Eloisa Otero / 9/11/2022 Tamtampress

“Errantes y otras figuraciones” (Eolas Ediciones) es el título de la gran retrospectiva que el pintor Esteban Tranche realizó hace unos meses en el Museo de León y, también, el título de un libro-catálogo en el que se recogen textos de escritores que, a través de los años, han publicado sobre el artista y su trabajo, junto a imágenes de los cuadros que entonces mostró en el museo.

El libro sale ahora de imprenta y se presenta en la galería Ármaga este sábado 12 de noviembre, a las 12 del mediodía. Con ese motivo se celebrará un encuentro poético-artístico en torno a la exposición actual de Esteban Tranche en Ármaga, titulada «… en el silencio …Interiores». Entrada libre.

«La belleza nunca es culpable, es, sobre todo, un envoltorio. A veces complace lo resuelto por azar, aunque todos los matices del mundo son pocos para mi retina.

Si toda importancia es de la luz, el tiempo y la mirada, adquirir conocimiento requiere insistencia visual.»

Tres meses después de clausurar en el Museo de León la exposición “Errantes y otras figuraciones”, la retrospectiva más amplia que ha realizado hasta el momento, el pintor Esteban Tranche (Armunia, 1944) ha regresado a Ármaga, cuatro años después de su última exposición en esta galería leonesa, con «… en el silencio …Interiores», que se inauguró el pasado 21 de octubre y todavía se podrá visitar durante algunas semanas.

En la exposición «…en el silencio …Interiores»Tranche realiza una nueva selección personal de su trabajo (témperas sobre papel, témperas sobre madera y óleo sobre tela), delimitado por la figuración y definido por el uso de la línea, el espacio y el color.

“Pinto del natural y gran parte de los bocetos los realizo con témpera sobre papel, que es el procedimiento que más me gusta. Siempre he dicho que hago mis monigotes, mis bocetos mirando. Los hago en un papel, en libretas. Yo voy mirando y pretendo que mi mano siga la dirección del ojo según mira. Al cabo de un rato lo miro y voy corrigiendo, adaptando, estirando, quitando unas líneas, poniendo otras, hasta que encuentro una forma con la que me identifico”, explica. Luego, a la hora de llevar sus bocetos al lienzo, se inclina sobre todo por el óleo y menos por el acrílico.

Su reciente retrospectiva en el Museo de León ha supuesto además, para Esteban Tranche, por un lado la oportunidad de mostrar obra en gran formato que nunca había salido del estudio y, por otro, presentar una selección de trabajos, con un montaje fantástico, en el que resumió su trabajo de los últimos veinticinco años y que permitió apreciar su coherente evolución. Algo de eso se podrá apreciar también, sin duda, en esta nueva muestra en la galería Ármaga.

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