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Las melancólicas “Pinturas vagarosas” de Ramón Isidoro calientan el invierno en Ármaga

El sábado 8 de febrero, a las 13 horas, se inaugura en la galería de arte Ármaga la exposición “Pinturas vagarosas”, del artista plástico afincado en Luanco (Asturias) Ramón Isidoro (Valencia de Don Juan, León, 1964). Se podrá contemplar hasta el 15 de marzo de 2020.

Así resume el propio Ramón Isidoro —artista de larga, intensa y muy coherente trayectoria por los territorios de la abstracción más pura— esta nueva exposición en su galería leonesa —su última muestra en este espacio se remonta a 2015: “Sucinto”— que ha titulado “Pinturas vagarosas, papeles e instalación”:

“Obras que en su pereza vagan por el estudio, se colocan en diferentes lugares, no quieren salir de su lugar de nacimiento, que tardan en madurar, prefieren seguir libres en su espacio conocido dando tumbos, divagando en su irrealidad pausada”.

Y así le contesta, entrando en un diálogo inconcluso, la historiadora asturiana Laila Bermúdez:

“Y razón tienen.
Son obras que han entendido la estrecha amistad entre rebeldía y contemplación —como su autor, doy fe—.

Obras que observan, se observan y son observadas: quizá han adquirido la sabiduría de estar ahí, de convivir.

Quizá hayan contribuido a gestar otras piezas; probablemente han iluminado algunas decisiones del artista, ese inconcreto albedrío desde donde el autor se orienta hacia nuevas expediciones creativas.

Obras paseantes, ambulantes, peripatéticas. Quizá sean obras que siguen los trazos de su canción.
Algunas sostienen la mirada al poeta: El deseo es lo mudo, Párpados de mar, Luz adentro. Otras disfrutan del limbo, del lugar en tránsito, el fértil cruce.

Obras que van al taller como van al camino. Obras recreo. Obras inspiración. Obras coraje”.

Escenógrafo y artista visual, Ramón Isidoro (Valencia de don Juan, 1964) es autor de numerosas pinturas, instalaciones, fotografías y montajes que forman parte de importantes colecciones públicas y privadas. Desde hace más de 25 años sus exposiciones vienen explorando esas luces visibles e invisibles, efímeras o perennes, que nacen del silencio entendido como obsesión vital y que se plasma en sugerentes composiciones dominadas por el oficio y la austeridad. Su obra asume como propias las melodías semiocultas de la materia bajo leves capas de pintura que aplica al tiempo que aborda proyectos site-specific para configurar una encrucijada constante de sinfonías musicales, no apta para miradas superficiales. Este artista comprometido con la piel de la pintura reclama siempre un compromiso del espectador y una actitud contemplativa ajena a efectismos, capaz de tantear pulsiones, poemas y emociones entre las sombras, dotadas de melancolía formal y conceptual que no precisa explicaciones sesudas, sino auténtica paciencia, quietud interior, pasión de la luz del deseo del otro.

Especializado en museografía, realiza trabajos para instituciones públicas y privadas además de para particulares (galerías, empresas,…). Durante quince años 1998-2012) colaboró, como escenógrafo e iluminador, con la innovadora banda musical asturiana Manta Ray.

En un artículo publicado en 2006, el crítico de arte Julio César Abad Vidal escribió:

” (…) La obra de Isidoro, ya sea pictórica o fotográfica, siempre abstracta, progresa hacia una reflexión cada vez más marcada por la sensibilidad de lo sublime. El carácter de su producción es integrador, teatral en su apetito del cuerpo y del vértigo y por su hermanamiento con el arte musical, el más proclive a la sublimidad, a ese arrebato, a esa turbación vivificadora que nos arrasa o nos anega. (…)

(…) El trabajo pictórico de Ramón Isidoro se está alejando de los planteamientos que le hermanaban con el empastado cromático de algunas de las prácticas abstractas herederas de los seguidores del expresionismo abstracto para devenir crecientemente en una aproximación personal a una corriente que la historiografía ha bautizado como “mística de la luz”. (…)

(…) La de Isidoro no es la obra de un aventado. Más parece que se trata de una evolución pausada que conoce la obsesión de la melancolía. Creo que es posible hablar de su obra como una de tiempos lentos, en la que, como ocurre en las composiciones de los grupos a los que se ha referido en múltiples ocasiones en sus títulos, desde un desarrollo repetitivo de temas cadenciosos se culmina en un desbordante torbellino inducido por el propio sacrificio emocional al que se aferra. (…)

Ramón Isidoro.

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