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MARTINFERRE, en blanco y negro y con analógica

Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.
Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.

Por CAMINO SAYAGO
(Publicado en TAM TAM PRESS)

“Permanezco en la brecha del cuarto oscuro, fiel a la química de reveladores y fijadores. Incondicional de los carretes y las placas, de la ampliadora, de la gelatina de plata sobre papel baritado. En definitiva, adicto a esa alquimia que transmuta luz en imagen”.

Martinferre, alter ego del fotógrafo berciano Casimiro Martínez Ferrero (Bembibre, 1960), se presenta con esta sincera declaración de intenciones en la galería Ármaga. Es su primera individual en una galería de arte y los paisajes que le acompañan en sus paseos por la montaña y las gentes que la habitan son el objeto de esta muestra que titula Éter, en alusión al carácter espiritual de la fotografía.

Dice Martiferre que el éter puede ser la niebla del paisaje, el fluido a través del que se desplaza la luz. E inmediatamente se refiere a un dicho popular que asevera que los sueños están hechos de éter.  Es su forma de explicar  y expresar de forma poética la magia que destila la fotografía. Sobre todo la  analógica, que él sigue utilizando fascinado por el efecto milagroso que descubre cuando se encierra en su laboratorio. “La fotografías son todas analógicas. Basadas en carrete fotográfico seis por seis, y en placas. Es la técnica fotográfica de siempre y con la que mejor resultado se obtiene. Además se deteriora menos. Pero tiene que gustarte mucho porque son muchas horas a la espera del resultado”.

Es una  rara avis. No quiere saber nada de la fotografía digital, ni tampoco del color. “Siempre trabajo en blanco y negro. Es otra forma de ver. El color me parece una mala imitación de la naturaleza. Creo que las fotografías en blanco y negro llegan más al corazón que a los sentidos”. No importa que sean paisajes o retratos, no hace diferencias, “es mi forma de interpretar lo que he captado con mi cámara”.

Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.
Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.

Sin trucos

Son una veintena de paisajes y retratos realizados entre 1986 y el momento actual. “Hay un poco de todo. Aunque Ármaga me pidió fotografías recientes yo he querido incluir otras pertenecientes a otros periodos de mi trayectoria. De mi primera etapa, en los años 80, he incluido cuatro retratos, porque son representativos de ese momento”.

El paisaje del Bierzo se muestra casi al completo: desde Los Ancares al Morredero, desde Tremor a Oencia. Tejos milenarios, ríos y cascadas, bosques. “Me gusta mucho la montaña y doy frecuentes paseos y en la mochila siempre llevo la cámara fotográfica. Cuando veo un motivo que me interesa estudio el momento. A lo mejor no es el adecuado y tengo que volver una y otra vez, hasta que consigo lo que busco”. No es el caso de la fotografía de Noceda del Bierzo, justo al amanecer, envuelta en niebla. “La hice por casualidad. Coincidió. Los retratos son un aquí te pillo y aquí te mato; cuando localizas a los personajes para la instantánea, disparas”.

Asegura que lo principal de la foto es el ojo, verla. “A partir de ahí ya lo tienes todo, la luz, los reflejos. Y luego trucos no hay. En todo caso hago algún tapado para dar más luz a unas zonas que a otras, el sistema de zonas como lo denominaba Ansel Adams, el fotógrafo norteamericano. No hay más trucaje”.

Indaga con paciencia el territorio sobre el que busca la emoción, el detalle que va a enfocar y luego trasladar al papel. La fotografía ‘Titán o el refugio de Lilit’, que reproduce un típico bosque de castaños, es un ejemplo. “Buscaba el alma del Bierzo y ésta se encuentra en estos bosques. Se titula así porque Lilit fue la primera mujer de Adam, según la terracota sumeria. Y de ahí viene el cuento de Lilit que vivía dentro del tronco hueco de un árbol…”.

Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.
Casimiro Martinferre en la galería Ármaga. Fotografía: Eloísa Otero.

Aunque esta muestra es la primera que realiza en una galería de arte, ha exhibido su trabajo en otro circuito, como bibliotecas, casas de cultura y museos. Recientemente ha llevado su obra al Museo Arqueológico de Cacabelos. Insiste en que nunca se ha interesado por vender su obra. Pero ahora quiere probar suerte. “Mi interés por la fotografía surgió siendo yo un chaval , como un experimento. Me llamó la atención ese proceso con el fijador y el revelador que veías hacer a algunos amigos y  profesionales del pueblo, y me atrapó. Poco a poco te vas metiendo en ese mundo y ya no puedes salir”.  Por eso, como apunta en el catálogo de la exposición: “Sigue fascinándome la primera visión del positivo, tras apagar el foco rojo y encender el blanco. Parece obra de milagro. La magia de toda esta parafernalia es que hasta el último instante desconoces el resultado. Y a fin de cuentas, las más de las veces sólo uno sabe apreciarlo, es consciente del sueño que persigue, tan imponderable como el éter”.

Para que no quede duda de que los sueños han sido atrapados realiza veinte copias de cada instantánea.

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