Manolo Jular, un clásico de la pintura leonesa, regresa a la actualidad con una exposición en la galería Ármaga en la que, una vez más, sorprende.
Por FULGENCIO FERNÁNDEZ
Publicado en La Nueva Crónica el 16/10/2015
“Veía yo, con natural ‘envidia’, el desenfadado modo con que funcionaban pintores –como Luis Casado ‘Monseñor’– copiando y también reinventando las heredadas imágenes gótico-románicas de nuestro ancestro medieval (por ejemplo, el Calendario de Oficios pintado en la Colegiata de San Isidoro de León). He tenido que esperar a pasar de los 70 años –con creces– para atreverme a explorar imágenes parientes, casi fraternales de las que me serían propias”. Así explica Manolo Jular, el Jular de siempre, el paso que ha dado en la exposición que este viernes inauguraba en la Galería Ármaga de León, su ‘Calendario Antelami’. “Así cayó en ‘mis manos’ el Calendario de la Catedral de Parma. Un calendario de tareas, –sembrar, arar, segar, leña, aperos–; un año zodiacal que fue proyectado y esculpido por Benedetto Antelami en los últimos años de su vida. De modo que el zodiaco no se descifra –tan sólo– mediante el estudio de los astros sino en el humilde contacto de los trabajos campesinos relatados por meses”.
Ya las estampas del calendario añade, así avisa ya desde el título de la muestra, algunas imágenes más, nacidas de esa nueva etapa, que ya no lo es tanto pues, como dice Elo Otero, ya hace quince años cambió las brochas por el ratón de un Mac. También lo explica Marta Delgado de Klee: “Hace ya unos pocos, pero largos años, que MJ trabaja sobre imágenes digitales. Desde su jubilación como director de arte del grupo de publicaciones de José García Abad se ha ‘forzado’ creativamente a dejar los pigmentos, las colas y pinceles para trabajar en el ordenador sobre ‘tiffes y jotapegés’ más o menos fotográficos. Con ello, Jular, como alguno de nosotros, se ha convertido en neonato de una atmósfera iconográfica de corte especialmente mestizo”.
Jular nunca ha dejado de pintar, es una forma de vivir que él cambia a “Una manera de divertirme, o de seguir vivo. O la única forma de vivir. Pinto, y no tengo ninguna explicación ni motivación, porque me da la gana, ya que ni se vende, ni se valora, ni se espera, a buenas horas para andar esperando nada”.
Y para los que sufren por el hecho de que ‘pinte’ desde un ordenador Jular explica su mundo. “Estas naturalezas muertas, o ‘abstractos’ según viejas clasificaciones, han sido realizadas desde los programas de diseño con una intención y sentido precisos: Replantear la relación entre fabricación y pensamiento”.
Y remata. “Realmente no tiene ningún sentido seguir pintando, y ahí está el mayor aliciente para mí”.
Ya ha salido la otra mitad de Jular. Una es la de pintor, la otra la de socarrón. Por eso cuando le piden una definición para su obra dice que es “semiabstracto”, él que fue de los primeros en esta tierra en iniciar el camino hacia el abstracto, con su recordada exposición de los años 60 (1961). “No habré llegado, qué quieres que te diga, quedaría en el camino”.
—O está de vuelta.
—Eso, seguro, pero no de la pintura.