Miguel Ángel Moset presenta su paisajismo en la galería de arte Ármaga
Por MARCELINO CUEVAS
Artículo publicado en Diario de León, el 10 de mayo de 2017
La naturaleza, el paisaje, tiene cien mil maneras de esconderse, de camuflarse, de desaparecer misteriosamente tras una cortina de niebla, de camuflarse en un entramado de rayos solares que lo convierten en laberinto mágico. El paisaje, por encima de su incuestionable belleza, es esquivo, a veces tímido y en ocasiones agresivo. La naturaleza es enormemente cambiante, se transforma continuamente para al final volver a florecer en todo su espléndido vigor.
Y Moset, un pintor con tanta experiencia como paisajes en los bastidores de sus cuadros, colabora activamente en ese camuflaje esotérico del paisaje, de la naturaleza. El artista, Moset, lanza su mirada sobre el magnífico espectáculo natural y la mantiene viva solamente un instante, no permite que su retina certifique totalmente la realidad, deja que sea esa emoción instantánea que le llega al alma la que después se convierta en belleza pictórica.
En las obras de Moset hay un peligroso equilibrio entre la realidad y lo inventando. Entre la tozuda realidad y la desbordante imaginación. Sus paisajes, protagonizados esta vez por unas gloriosas tonalidades amarillas, nos muestran su universo particular, ese bosque que solamente existe en la frontera que divide su imaginación y sus pinceles, la realidad y la creatividad extrema. Desde Cuenca, desde el reducto más exclusivo del arte abstracto en España, llegan a la galería Ármaga estas obras de Moset, un pintor de larga trayectoria que desde los riscos conquenses mira, admira y pinta la naturaleza.
Una primera visión de los cuadros de Moset nos lleva a incluirle sin dudas en lo más luminoso de la abstracción. Pero una mirada más detenida nos descubre los entresijos de sus óleos. En ellos aparecen todos los colores de la naturaleza y, envueltos en la luz cambiante del día, ligeras referencias a los árboles, a esos bosques que él ama especialmente. Pero más allá de cualquier disquisición hay que dejar constancia de que lo que de verdad le interesa a este artista es el color. En sus obras el colorido cambia en acertadas gradaciones desde la oscuridad del negro y la vibración del rojo, a los ilusionantes amarillos. «Esto es consecuencia —dice el artista— de la visión de los bosques de mi tierra, de sus valles, en los que se encuentran varios microclimas muy importantes para esplendor de la naturaleza. Yo busco este colorido principalmente en el otoño. Desde el rojo de los arces al dorado de las hojas muertas, en esos bosques se encuentra toda una maravillosa gama de colores. Conseguir robárselos a la naturaleza no es fácil, pero creo que yo, rindiéndome a su belleza, he conseguido apropiarme de algunos».
Moset, como muchos artistas actuales, divide su obra en capítulos. Cuando inicia una serie sigue trabajando en ella hasta las últimas consecuencias, para después pasar a otras historias. «En este momento –dice- estoy volcado con la naturaleza y eso se nota, las impresiones que me proporciona me llevan ineludiblemente a la abstracción, pero ahí quedan sus referencias».