Grabado y poesía se entrelazan en esta obra única, fruto del diálogo creativo entre el artista Javier Fernández de Molina y el poeta Antonio Gamoneda.
Javier Fernández de Molina y Antonio Gamoneda
Agradecemos con voluntad amistosa la visita a esta exposición en la GALERÍA ÁRMAGA. En ella presentamos, con singular empeño, el libro de grabados que, mediando una intención quizá sospechosa, hemos titulado EL HOSPITAL Y EL SINSONTE, APRENDER A VOLAR.
El libro está compuesto por 13 grabados que conciertan diversas técnicas, y un poema, con la particularidad de que éste no es una mera aportación literaria, ya que, manuscrito, el texto se incorporó a los elementos matrices y se integró en la composición figurativa. Cabría decir que el ensamblado visual de estas presencias hace “legibles” precisamente los rasgos figurativos, ya que los signos lingüísticos se funden con los originariamente picturales.
Hacemos ahora una anotación que puede resultar obvia. Cuanto en cada pieza se advierta portador, por sí mismo, de naturaleza pictórica, procede del trabajo de Fernández de Molina. La literalidad, las significaciones expresas y la escritura manual, son de Gamoneda. Sin perjuicio de estas atribuciones, nos hemos concertado en profundidad, de modo que la realidad conceptual no se diversifique, sino que responda a análoga actitud del pensamiento.
Para evitar interpretaciones desviadas, hacemos aquí una puntualización relativa a la localización y los tiempos de los movimientos que se dieron en el trabajo. Interesa retener que estos movimientos no pueden ser simultáneos de los dos autores, sino necesariamente sucesivos.
El libro se inició con unas veinte líneas de texto poemático que confirmaban esencialmente el tema y los acuerdos previos, de los autores. Seguidamente, se dio un tramo dibujístico que produjo matices y variantes. El poeta, procurando ya la “obra integrada”, los hizo suyos en gran parte, y produjeron cambios textuales en el literal ya redactado del poema.
La continuidad y la repetición de esta mecánica (muchas veces en orden inverso), explica las variantes, recíprocamente suscitadas, que, sin embargo, no son imprevisibles ni casuales, ya que las “negociaciones” y los cambios efectivos pueden darse y repetirse tantas veces como se haga necesario. En realidad, los dos autores hemos podido llegar a una comunidad conceptual y sensible que nos permite entender nuestro trabajo como hemos dicho: como obra única.
Aún nos parece necesario un aviso de cierta importancia. Sea el siguiente:
La literalidad manuscrita del poema, tal como se incorpora a los grabados, no es exactamente la misma –no puede serlo– que la que se lee en el poema, ultimado y completo, que aparece en hojas de papel acetato, impresas y encartadas al final del libro. Los sucesivos fragmentos incorporados a la obra, hubieron de redactarse, sucesivamente y por separado, acompañando y concertándose con el trabajo, también sucesivo, del grabador. Finalmente, como en cualquiera otro modelo de escritura poética, pero en modo quizá más radical, hay que unir y acomodar estos fragmentos, unos con otros, para lograr la composición final y total del poema. Esta tarea, aun respetando la esencialidad poética, habrá creado nuevas y numerosas variantes.
Nos gratifica y enorgullece mostrar la mecánica interna y creacional de esta obra. Esto es todo. Reiteramos nuestro saludo y nuestra gratitud.
Antonio Gamoneda









