UNA MENTE INQUIETA
Por ELOÍSA OTERO
(Publicado el 18 de diciembre de 2016 en la última página de El Día de León)
Desde los 70 ha formado parte de ese bullir activo y creativo de la ciudad en múltiples campos: como actor, cantante, diseñador, pintor, poeta, gestor cultural… Y aunque ahora viva casi recogido, su espíritu autodidacta le ha llevado, a lo largo de los años, a explorar distintas maneras de expresarse para intentar dar a los demás lo mejor de sí mismo. Elegante y sentimental, crítico y conciliador, a su manera siempre ha sido un rebelde, una mente inquieta.
Miguel Escanciano (León, 1953) cuenta que nació “con una estrella revolucionaria en la cabeza”, ya que vino al mundo el mismo día (26 de junio) en que se inició la Revolución Cubana. De su padre, que era militar “con una gran humanidad y muy protector”, recibió una educación “estricta, severa”. Y de su madre “aliento y apoyo” para desarrollar su trabajo artístico. Recuerda que le encantaba pasar horas en el estudio de su tío, el pintor Luis Estrada. Y que, siendo el menor de seis hermanos, tuvo una infancia feliz.
Empezó con el teatro (Grutélipo y Experimental 5) casi adolescente. Con 18 años se presentó como cantautor en un festival en Ciñera y obtuvo el segundo premio. Al franquismo todavía le quedaba un lustro y a Miguel le dolía la falta de libertad. Así que se hizo cantante y militante de izquierdas, compartiendo escenario con cantautores señeros de la Transición: Labordeta, Claudina y Alberto Gambino, Ricardo Cantalapiedra, el portugués José Afonso… A mediados de los 70 fundó el grupo de poesía “Barro” con Julio Llamazares, José Carlón yMercedes Castro. Colaboró con Cuadernos Leoneses de Poesía, hizo radio y trabajó en la editorial Everest, de donde le echaron tras pillarle con unos panfletos del Movimiento Comunista. En esa década también montó un grupo, “Escanciano y Los Plati’s”, por el que se considera “precursor de Paco Clavel”. En el 79 empezó a asomar el desencanto. “Dimití del MC cuando me exigieron que me dedicara en exclusiva a la política”.
Los 80 fueron intensos, compaginando sus giras con el trabajo en un despacho de abogados laboralistas. En 1984 grabó “Banderas de abril” (“un canto a la II República, a la Revolución de los Claveles y a aquel primer Villalar clandestino y reivindicativo de las libertades”). Fichó por DRO, se paseó por las calles del pop, le invitaron a la tele, vivió en el Madrid de la movida, estudió diseño gráfico… Cuando volvió a León montó, a finales de los 80, la Escuela de Diseño e Imagen para la Moda de España (EDIME), con Camino Jaular. “Hicimos desfiles fascinantes, pero era imposible mantenerlo y tuvimos que cerrar”.
Con los 90 llegó “una época vertiginosa, de quitarme la careta y vivir intensamente”. A esa dura década pertenecen los discos “De claveles y puñales” (1994) y “Canciones de los tiempos vividos” (2000). Para sobrevivir hizo carteles y diseñó logotipos de empresa. Animado por el editor de grabado José Sevillano empezó a pintar y a exponer. Le contrataron en el Ayuntamiento, y desde el Palacio de Don Gutierre programó ciclos de artes plásticas y de música. También se pasó al tango y grabó “Cantando al Gardel del Malevaje” (2006).
En 2011 se produjo “un cruce de caminos” que le afectó físicamente. “He pasado de vivir en una coctelera a disfrutar del tiempo de manera más reposada, conquistando el día a día, no sin sentir el vértigo del miedo, el susto por la enfermedad”. Pronto publicará dos libros de poesía, “Hylas” y “En horas de luna”. Y ya prepara su próxima exposición en la galería Ármaga. Soplan vientos feroces y Miguel pinta primaveras y jardines inventados. Dice: “Hay que echar un piropo a toda esa gente que se esfuerza por mantener vivo lo cultural en León. Esta ciudad estaría muerta si no fuera por ellos”. Sabe de lo que habla. Y él también se merece un piropo. Es un superviviente. Y un artista luminoso, insumiso y poliédrico.